Ya
han pasado doce años desde aquello. Ahora, ambos chicos tienen quince años.
Kazemaru, a pesar de su corta edad, era un gran sirviente: eficiente, obediente
y activo. Endou adoraba su trabajo y por eso siempre andaba llamándolo para
cualquier cosa. Kazemaru iba siempre sin dudarlo y sin hacerle esperar. Le
gustaba mucho servir a Endou cuando lo necesitaba. A pesar de eso, Kazemaru
apenas dormía por las noches, pues se acostaba muy tarde tras terminar sus
tareas y se levantaba muy temprano.
Ese día, Endou se sentía más solo
que nunca. Kazemaru llevaba todo el día trabajando por la casa y sus padres estaban
de nuevo fuera. Decidió dar un paseo por la gran mansión para distraerse un
poco. El castaño salió de su habitación, que estaba en la primera planta, y
bajó las escaleras. Vio en seguida al peliazul subido a unas escaleras mientras
limpiaba el polvo de unas estanterías. Se acerca a él mirándolo atentamente.
-Kazemaru –lo llama el castaño. El
sirviente se da la vuelta sorprendido mirando al chico.
-Amo Endou... ¿Me estaba llamando?
–Dice mientras baja las escaleras rápidamente-. Discúlpeme, por favor, no me he
enterado... –Susurra arrepentido.
-No, tranquilo –sonríe Endou-. No te
había llamado. Solo he venido porque me aburro en mi habitación.
-Podría haberme avisado y haberle
hecho compañía. Ya sabe que estoy siempre a su servicio, amo Endou.
-No quería molestarte mientras
estabas trabajando –aclara Endou sonriendo levemente-. Cuando acabes la
estantería ven a mi habitación. Me apetece estar contigo un rato.
-Lo que usted diga, amo Endou
–responde Kazemaru con una reverencia y se vuelve a subir a las escaleras con
rapidez para terminar cuanto antes. Cuando Endou se da la vuelta para irse,
Kazemaru sufre un mareo y se tambalea un poco, casi cayendo al suelo, pero
consigue agarrarse a la estantería a tiempo. Endou llega a su habitación en
poco tiempo.
Endou está tumbado en su cama a la
espera de Kazemaru. De repente, alguien llama a la puerta.
-¿Amo Endou? –Endou se levanta de un
salto a oír a su sirviente al otro lado de la puerta-. Soy yo, Kazemaru.
Endou le abre la puerta con una
sonrisa.
-Al fin llegas –dice animado-. Pasa.
Kazemaru hace una leve reverencia y
entra a la habitación. Ya había estado allí en muchas ocasiones, pues Endou lo
reclamaba más de siete veces al día. El castaño cierra la puerta y se sienta en
el suelo. Kazemaru se sienta frente a él, pues es lo que solían hacer.
-¿Qué quiere hacer hoy, amo Endou?
–Pregunta el peliazul con una sonrisa leve.
-Cuéntame de nuevo la historia de la
rata del jardín –pide Endou sonriente.
-¿Otra vez? Pero si ya la cuenta
usted mejor que yo –bromea el sirviente.
-Ya, pero me gusta oírte –responde
el amo. Kazemaru asiente y se aclara la garganta.
-Pues todo pasó hace tres años
–comienza a narrar el peliazul-. Era por la mañana temprano. El joven amo aún
estaba dormido y Nana-san y yo habíamos empezado las tareas de limpieza. Ese
día, el gran amo tenía que irse a uno de sus viajes con la gran ama, así que se
sentaron en el jardín a tomar el desayuno –Endou escucha atentamente el relato,
pues esa historia le causaba risa y no sabía el por qué-. Nana-san y yo les
llevamos las tostadas recién hechas con el café y, de repente, una rata del
tamaño de un perro saltó a la mesa del jardín. La gran ama empezó a correr por
toda la casa mientras Nana-san y yo intentábamos cazar a la rata –Endou
comienza a reírse, como siempre hacía en esa parte. Kazemaru esboza una sonrisa
y sigue contando-. Por supuesto, el gran amo huyó de la zona también. Nana-san
y yo cogimos cada uno una escoba y comenzamos a perseguir a la rata. La rata
atacó a Nana-san por sorpresa, y yo le di un escobazo en la cabeza sin querer
–el castaño no paraba de reírse-. Finalmente, conseguimos echar a la rata de la
casa, pero aún tememos que vuelva algún día.
Endou no puede parar de reír.
Adoraba esa historia y, por muchas veces que la oyera, seguiría riéndose de esa
manera.
-Es la mejor historia que jamás he
oído, Kazemaru –felicita Endou-. ¿Qué has hecho hoy? ¿Algo divertido?
El peliazul niega con la cabeza
levemente.
-Hoy he ido a comprar porque
Nana-san está demasiado cansada –cuenta Kazemaru-. Así que lo más divertido que
he hecho hoy ha sido encontrarme a una amiga mía de la calle.
-¿Tienes amigos fuera? –Pregunta
curioso el amo.
-Bueno, no muchos... –Aclara el
peliazul-. Salgo pocas veces, así que no conozco a mucha gente.
-Vaya... Yo tampoco he salido mucho
últimamente... –Se queda pensativo el castaño, de brazos cruzados. De repente,
se le ocurre una idea-. ¡Oye, Kazemaru! ¿Quieres salir un rato a dar un paseo
conmigo?
Kazemaru ladea la cabeza algo
confuso.
-¿Con usted? Bueno, no me importa
salir un rato, pero debo hacer cosas...
Endou lo mira poniendo una expresión
de enfado algo infantil.
-Ante todo, eres mi criado. Así que
vas a salir conmigo ahora –ordena el castaño.
-Por supuesto, amo Endou –accede
finalmente el peliazul. Endou se levanta del suelo y le tiende la mano a
Kazemaru.
-Vamos, coge mi mano –sonríe el amo.
Kazemaru asiente levemente y hace lo que le ha dicho Endou, levantándose del
suelo con él. Luego, bajan corriendo las escaleras-. ¡Nana! ¡Nos vamos a dar un
paseo! ¡No tardaremos!
Ambos chicos salen por la puerta
rápidamente. Endou respira hondo el aire de la calle. No solía salir mucho,
pero le encantaba estar allí, sobre todo con Kazemaru. Su sirviente camina a su
lado sin decir nada. Endou lo mira y él le devuelve la mirada.
-¿Dónde quiere ir, amo Endou?
–Pregunta el peliazul sonriendo levemente.
-Me apetece ir al parque de
atracciones –comenta animado-. Es de nuestra familia y aún no lo he pisado...
¡Vamos juntos, Kazemaru!
-De acuerdo, amo Endou.
Endou y Kazemaru se dirigen hacia el
parque de atracciones Endouland, el
parque de la familia más rica del país. No estaba lejos de la mansión, así que
llegan en poco tiempo.
-Muy buenos días, joven Endou
–saluda el hombre de la entrada-. Nunca lo habíamos visto por aquí.
-Le he pedido a mi sirviente que me
acompañe a disfrutar del parque –sonríe el chico-. Me apetecía venir.
-Adelante y pasadlo muy bien. Si
necesitan algo no duden en decirlo a quien sea. Todos conocen al joven Endou.
-Muchas gracias, señor –responde
Endou mientras entra al parque seguido de Kazemaru-. Kazemaru, ¿dónde quieres
montar primero?
-Donde usted decida, amo Endou
–aclara Kazemaru mirando a su amo.
-Entonces... –Mira a todas partes y
señala la montaña rusa-. ¡Vamos a la montaña rusa!
Endou echa a correr agarrando la
muñeca de Kazemaru, tirando de él para que lo siguiera. El peliazul lo sigue
sin rechistar.
Tras la montaña rusa, se montan en
muchas atracciones más, casi todas. Pero ya es la hora de volver y ambos se
dirigen a la mansión.
-¡Lo he pasado muy bien, Kazemaru!
–Grita Endou muy feliz.
-La verdad es que yo también –responde
Kazemaru más tranquilamente.
-Menos mal que mis padres no están,
si no... –Deja la frase en el aire para soltar una leve risa. Estaba muy
contento de haber podido pasar el día con Kazemaru en el parque de atracciones.
-Pero no se preocupe. Nana-san
tampoco dirá nada –aclara el peliazul.
-Lo sé, confío en ella.
Endou se calla de repente. No puede
creer lo que está viendo... El coche de sus padres estaba aparcado delante de
la casa.
-Los amos... –Susurra Kazemaru.
Endou lo mira.
-Es imposible... Llegaban en tres
días...
Endou corre hacia dentro de la casa
seguido por Kazemaru. Su padre está regañando duramente a Nana. Cuando los dos
chicos abren la puerta, las cuatro miradas, incluida la de Tanaka, se posan en
ellos.
-Mamoru, ¿se puede saber para qué
has ido al parque de atracciones? –Pregunta el señor Endou muy enfadado.
-¿Cómo sabes que...? –Antes de poder
acabar de hablar, su padre lo interrumpe.
-¡Me han contado que has pasado allí
el día entero! ¡Sabes que no puedes ir sin mi permiso!
-Papá, yo...
-¡Y tú, Kazemaru! –El joven
sirviente mira al suelo apretando los puños. El señor Endou se acerca a él
furioso-. ¿Cómo se te ocurre irte de tus tareas? ¡Tienes terminantemente
prohibido salir de la casa sin haberlas acabado correctamente!
-Lo siento, gran amo... –Susurra el
peliazul.
-Papá, yo le obligué a...
-¡Silencio, Mamoru! –Grita mirando a
su hijo. Luego vuelve a dirigir la mirada al joven sirviente-. ¡Recibirás un
castigo, Kazemaru!
-¡Papá!
-¡Silencio he dicho!
Grita antes de agarrar a Kazemaru
del brazo y llevárselo del gran salón. Endou mira cómo se alejan, además de la
cara de furia de su padre y el rostro de sufrimiento de Kazemaru. ¿Qué le
harían?
-Mamá, ¿qué le va a hacer papá a
Kazemaru? –Pregunta Endou preocupado. Su madre lo mira seriamente.
-A tu habitación, Mamoru.
-Mamá, respóndeme.
-A tu habitación.
-Pero...
-A tu habitación. No me hagas
repetirlo más, Mamoru –concluye con una voz irritada. Endou asiente y se aleja
de ella, subiendo las escaleras hasta su habitación.