Sobre
las cinco y media de la tarde, Kazemaru abre los ojos lentamente mirando al
techo. Parpadea un par de veces. “¿Dónde estoy?”, piensa el peliazul. Mira a su
lado y ve a Endou arrodillado a su lado, durmiendo sobre sus brazos apoyado en
la cama. El sirviente se reincorpora rápidamente y se baja de la cama,
poniéndose junto a Endou también arrodillado. Pone una mano en su hombro y lo
mueve un poco.
-Amo Endou, amo Endou... –Susurra
para despertarle. Endou abre los ojos lentamente. Luego mira a Kazemaru y
sonríe ampliamente.
-¡Kazemaru! ¡Al fin despiertas!
–Exclama el castaño. Kazemaru se echa hacia delante, apoyando las manos en el
suelo, en una reverencia exagerada.
-¡Discúlpeme, amo Endou! ¡No sé qué
estaba haciendo en su cama y usted en el suelo! –Tenía los ojos cerrados
fuertemente y su rostro apuntaba hacia el suelo. El pelo suelto le caía hacia
abajo, tapando su rostro de arrepentimiento. Endou lo mira seriamente y, a los
pocos segundos, le empieza a acariciar la cabeza cariñosamente.
-Yo mismo te traje hasta mi cama
para que descansaras, Kazemaru –aclara Endou. Kazemaru levanta la mirada lentamente-.
Me ha alegrado mucho que durmieras tan tranquilamente, en serio –el sirviente
mira de nuevo al suelo. Endou se sonroja levemente y se aclara la garganta-.
Ahí tienes la comida... Se ha enfriado. Si quieres podemos bajar a calentarla.
Kazemaru mira hacia la bandeja y
niega con la cabeza.
-No... Está bien así... No merezco
comer caliente después de haber dejado que usted durmiera en el suelo...
–Susurra mientras se acerca a la bandeja para coger la comida. Comienza a comer
lentamente. La verdad es que tenía mucha hambre y le daba igual que la comida
estuviera fría o caliente. Era la primera vez que comía algo decente desde
hacía tres días. Endou mira a su sirviente mientras come.
Al poco tiempo, Kazemaru termina de
comer y mira a Endou sonriendo levemente. Endou se acerca a su sirviente y ve
que tiene manchada la boca un poco.
-Ah, Kazemaru, te has manchado
ahí... –Dice señalando a la comisura de sus labios.
-Vaya... Lo siento. Soy demasiado
despistado... –Susurra el peliazul mientras coge una servilleta. A Endou
empieza a latirle el corazón bastante fuerte mirando a Kazemaru. Mientras el
peliazul se limpia la boca, el castaño se acerca cada vez más hacia él.
Kazemaru termina de limpiarse los labios y deja la servilleta sobre el plato ya
vacío, para llevarlo todo a la cocina. Luego mira a su amo, quien está a
escasos centímetros de él-. ¿A-amo Endou...? –Pregunta mirándole. Se sonroja
levemente ante la cercanía.
-Kazemaru...
Tras susurrar su nombre, Endou le
planta un dulce beso en los labios a su sirviente. Kazemaru no reacciona ante
la sorpresa, pero un par de segundos después, cierra los ojos y corresponde al
beso de su amo. Endou pasa una mano por la espalda de Kazemaru, atrayéndolo
hacia él con dulzura. Con la otra, comienza a acariciar su pelo suelto. El
peliazul, tembloroso, lleva sus manos hacia la espalda de su amo, para
abrazarle de igual manera. Endou se echa hacia delante, haciendo que Kazemaru
se tumbe en el suelo y acabando el castaño sobre él. Sin embargo, Endou no deja
de abrazarle. Kazemaru tampoco lo suelta. Siguen besándose durante un largo
rato más, acariciándose mutuamente y abrazándose fuertemente. Cuando se separan
se quedan mirándose a los ojos, muy sonrojados ambos y respirando fuertemente.
Endou le sonríe a su sirviente, y este le devuelve la sonrisa levemente.
-De esto no debe enterarse nadie,
Kazemaru –susurra el castaño muy cerca del peliazul. El sirviente asiente
suavemente-. Te amo... Muchísimo... –Admite el joven amo abrazando a su
sirviente. Kazemaru cierra los ojos muy sonrojado.
-Yo... también lo amo... amo
Endou... –Responde Kazemaru. Endou lo mira a los ojos.
-Cuando estemos solos quiero que me
llames simplemente “Endou”, por favor –sonríe el chico. Kazemaru abre los ojos
un poco desconcertado, pero luego asiente levemente.
-De acuerdo, am... –Se calla antes
de equivocarse-. No... Endou...
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